El Nuevo Banco de Desarrollo compuesto por los países que conforman los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) está en pleno funcionamiento desde abril de 2016 y es una apuesta clara y contundente como alternativa al Banco Mundial y al Fondo Monetario Internacional.
Esta alternativa ha surgido de un hastío de los países emergentes que no se ven representados, ni sienten tener voz dentro de los antiguos órganos institucionales de comercio y desarrollo, que nacieron como una vía para mejorar la economía y el progreso de los países subdesarrollados a través de préstamos, pero que evidentemente no han cubierto las necesidades de esos países que han creado una nueva opción. Este bando que se presenta fuerte con un capital inicial de 50.000 millones de dólares frente a los comienzos del Banco Mundial con 10.000 millones de dólares, tiene objetivos muy claros: apostar por las infraestructuras a través de inversiones, consentir préstamos a largo plazo para superar crisis financieras globales y permitir la deuda convertible para que los bancos también puedan participar.
El nuevo organismo internacional rivaliza con el Banco Mundial, criticado por la influencia que tiene Estados Unidos en las decisiones que este último toma, ya que permite que los intercambios comerciales bilaterales entre los BRICS y con otros países que decidan realizar importaciones o exportaciones con ellos, no tengan por qué hacerlo a través de dólares si no que las monedas locales cobran protagonismo facilitando el intercambio comercial entre países que están creciendo económicamente.
El Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional no han sabido adaptarse a los cambios internacionales que han ido surgiendo y como consecuencia los nuevos actores internacionales han decidido obviar a las grandes estructuras mundiales que han marcado históricamente las reglas del juego. Esto tiene dos reflexiones importantes: la primera, que los organismos internacionales actualmente no cumplen la función por la que fueron creados y por tanto están obsoletos y por otro lado, que el orden internacional está cambiando y el equilibrio mundial también.
Si los organismos con más peso e importancia global no responden a las necesidades actuales de desarrollo y comercio tienen peligro de desaparecer o por consecuencia perder ese peso e importancia que les han caracterizado y por tanto, tener menos poder de decisión e influencia en el resto de los países que se ve palpable con la creación del Nuevo Banco de Desarrollo. Además, en esta línea hay una consecuencia añadida y es que la influencia de Estados Unidos y los países de Europa sobre los países del sur queda reducida ante la evidente independencia de estos últimos.
Esa independencia, sobretodo económica, genera que el poder y la importancia que tenían los países del norte queda sustancialmente reducida y como respuesta, los países del BRICS adquieren más importancia internacional y un peso importante que genera un nuevo equilibrio de poder más repartido. Este nuevo orden puede suponer un cambio positivo para el desarrollo económico y social de Brasil, de Rusia, de India, de China y Sudáfrica pero no sabemos qué puede suponer este nuevo escenario para Estados Unidos o Europa.
El foco de atención internacional cambia de Washington, donde se encuentra la sede del Banco Mundial, a Shanghai donde se encuentra físicamente el Nuevo Banco de Desarrollo que tendrá oficina regional en Johannesburgo. Así damos un salto geográfico que conlleva repercusiones políticas que habrá que observar atentamente para comprobar cómo cambia el orden internacional que deja obsoleto el sistema que hasta ahora parecía inamovible.