En mitad de la polémica por el modelo turístico, comunidades como Castilla-La Mancha, Galicia, Cantabria, Castilla y León y Asturias reclaman su espacio y se ofrecen como destino del llamado turismo de naturaleza, en boga en los últimos tiempos, sobre todo el de observación de grandes mamíferos.
Con las playas a rebosar, crece el número de quienes prefieren dedicar su tiempo de vacaciones a patearse algún parque nacional o al avistamiento de aves, linces ibéricos, lobos y osos pardos, buscando descanso y diversión, sin tener que soportar codazos por una hamaca.
Son, sobre todo, personas de entre 25 y 45 años, con formación media o superior, que realizan estancias cortas y de alto grado de especialización en sus actividades en el medio natural.
Así lo pone de relieve un informe del Ministerio de Agricultura, Pesca, Alimentación y Medio Ambiente, que asegura que el turismo de naturaleza genera unos 9.000 millones de euros de gasto directo, lo que equivale a un 11 % del gasto turístico total, a los que hay que sumar otros 8.600 millones de gasto indirecto.
Según este estudio, España tiene un patrimonio natural de valor incalculable, como lo prueba el hecho de que es el país europeo que más aporta a la Red Natura 2000, casi el 20 por ciento de la superficie total.
Dentro del turismo de naturaleza, en los últimos años se está consolidando una tipología muy específica, la de observación de grandes mamíferos, como lobos, osos y linces, con una demanda creciente en zonas de Andalucía, Castilla La-Mancha, Extremadura, País Vasco, Castilla y León, Galicia, Cantabria y Asturias.
COJA UNOS PRISMÁTICOS Y OBSERVE
La observación de especies en su hábitat natural y su popularidad está convirtiéndose en una fuente de ingresos económicos y de crecimiento para la población del medio rural.
Quienes deciden aventurarse a realizar este tipo de actividad son fundamentalmente hombres españoles de entre 35 y 65 años, con estudios universitarios, que se desplazan por su cuenta en su propio vehículo.
Suelen llegar desde comunidades cercanas al punto de observación, es decir, Andalucía, Asturias, Castilla y León, aunque cada vez más madrileños se apuntan a este nuevo tipo de turismo, al igual que no pocos visitantes llegados desde más lejos, como los extranjeros que vienen desde Bélgica, Reino Unido, Francia y Holanda.
Lo cierto es que el turismo de observación está dando un empuje a la economía local, sobre todo gracias a los numerosos alojamientos que hacen los excursionistas, que pueden quedarse hasta cinco días en el lugar, en el caso de los que quieren ver lobos.
El desembolso diario de este tipo de turistas no es muy elevado -entre 38 y 65 euros por persona y día-, pero prácticamente todo repercute en los municipios próximos a las zonas de observación.
Según el estudio, se estima una demanda media anual total de 5.200 turistas observadores de lince, 7.200 de oso pardo y 3.100 de lobo, que generan un impacto directo económico superior a los 2,5 millones, más otros 1,68 millones de gasto indirecto.
De forma genérica, se calcula que el turismo de observación de estas tres especies supone unos ingresos de 600.000 euros anuales en cada una de las comunidades en las que se practica.
COJA SUS BOTAS Y ANDE
Para las personas más dinámicas también existen alternativas dentro del turismo de naturaleza, por ejemplo un recorrido por alguno de nuestros parques nacionales, que anualmente reciben unos 110.000 visitantes, la mitad de ellos concentrados en los Picos de Europa.
A los españoles nos gustan más los parques nacionales peninsulares, seguramente por la cercanía, pero en los insulares los que ganan son los extranjeros. En 2015, 14,2 millones de personas visitaron estos enclaves privilegiados.
No todos ellos tienen servicios de alojamiento, pero los que sí ofrecen esa posibilidad han mejorado el número total de pernoctaciones un 36,5 % desde el año 2014, hasta las 390.702 estancias por año.
Teniendo en cuenta los parques más visitados, hay mayor concentración en el de los Picos de Europa (39 %) y en el del Teide (23 %).
Lo que sí ha descendido es la estancia media de los españoles, que se situó en 2016 en 3,79 días por visitante, salvo en Picos de Europa y Garajonay, donde se quedan más tiempo. Los extranjeros, en cambio, sí optan por estancias más largas que hace unos años.
EL MOMENTO DE VOLAR
Los británicos empezaron a tomarse como ocio la observación de aves hacia el siglo XVIII, aunque en España tuvimos que esperar hasta la década de los 50 del siglo pasado para empezar a considerar este esparcimiento como una actividad generadora de riqueza.
Falta información para tener una cifra aproximada del número de turistas que se dedican a mirar pájaros, dice el estudio, que, eso sí, precisa que alrededor del 55-65 % son españoles y, el resto, extranjeros.
El turista ornitológico tiene entre 30 y 45 años y un presupuesto más ajustado, que suele ser menor de 50 euros al día, ya que prefiere excursiones en vez de jornadas de varios días.
Pero cuando decide quedarse más tiempo, el gasto oscila entre 20 y 115 euros, casi siempre en temporada baja.
Sin embargo, encuestas realizadas en establecimientos que efectúan actividades guiadas indican que el gasto puede ascender hasta los 180 euros por visitante, con una demanda consolidada y creciente.
Para EFE